Hoy es de esas noches que no sé cómo comenzar a poner la primera línea, a componer este espacio en blanco, siempre, lleno de amor. Es un momento de nacer y re-nacer. Nacer como autora, tener el libro ‘Mitos azules’ entre las manos ha sido un impacto. Un primer libro que es el comienzo de un sueño realizado. Los proyectos si se piensan, se hablan, se trabajan, se desean, se hacen realidad.
Y los hechos dan cuenta de ello.
Hoy aprendí que para estar en el mundo somos dos: el cuerpo, la sombra y el amor; o somos cuatro: la poesía y el mundo. Sé que este es un comienzo en el que me dejo llevar como barco en plenitud indagando el océano y gozando de la inmensidad del mar, del horizonte de futuro, siempre para el mañana, para lo posible. Anduve enredada en varios asuntos estos días: la poesía de Luis Cernuda, Los secretos del corazón de Khalil Gibran, Un milagro en equilibrio de Lucía Echevarría, la última película de Jeunet, Largo noviazgo de domingo, la exposición de Miguel Menassa, Relámpagos han llenado estas intensas semanas de pasión sin sosiego, de entrega, siempre para continuar, para seguir caminando.
Entre todas estas aventuras empiezo a poner palabras a miles de encuentros inauditos hasta el momento, ¡es increíble lo que uno goza si se permite vivir, es increíble! La palabra vacía abre el mundo. Porque ustedes tienen que saber que todas las palabras están vacías, la cuestión es cómo se combinan y ahí se abre un horizonte, un verso, un pensamiento. Madre te amo desde el mundo porque me has permitido crecer, aceptamos que si éramos del mundo nos tendríamos para siempre. Madre aceptamos que la Poesía comandara nuestra vida y pudimos encontrarnos en un verso entregado y dedicado a ti. «(…) Mis huesos hilan la bandera/ de un cerezo en primavera/ y yo renazo, madre/ en la mirada abierta del amanecer».Y en este viaje de hoy, de esta noche invernal que atisba la tercera ola de frío de este mes de nieves me entrego a La poesía y yo, de Miguel Menassa. Dice el poema Poesía: «Ella tiene la amplitud de los misterios./ Todo vibra y todo enmudece en ella/ siempre al compás sonoro de su cuerpo./ Nunca ningún mortal amó esa libertad./ Alma y fuego y delirios todo el tiempo».