Víctor Hugo, poeta, dramaturgo y uno de los mejores escritores en lengua francesa, escribió uno de los textos más bonitos dedicados a la estación del otoño, una de la más aclamada por los poetas antes la llegada de un cambio de estación que suele propiciar a veces, cierta melancolía, a veces mucha pasión.
En esas hojas de otoño le pregunta a la felicidad dónde está, la busca desde todos los lugares posibles donde el misterio y las preguntas no cesan.
Uno de los cantos más bellos hacia el amor que el poeta describe de esta manera magistral: Más tarde, amar, -guardar dentro del corazón joven un nombre misterioso que nunca jamás se nombre, palabras dejar furtivas en una mano tan suave, aspirar a las dulzuras de un matrimonio inefable, envidiar el agua que huye, también las nubes que vuelan, sentir el alma fundirse al son de las palabras bellas, conocer amados pasos que celosos perseguimos, soñar de día, arder y revolcarse dormidos, llorar la edad sobre todo en que dormitan las almas, siempre sufrir; entre todas las miradas de las damas, los matorrales de abril, el fuego del cielo rojo, ¡no buscar más que una flor, un solo sol, unos ojos! Deshojar deprisa luego con una mano celosa los capullos de naranjos en la frente de la esposa; sentir cosas, ser feliz y, sin embargo, insensato.
Volver el rostro en sollozos al pasado desgraciado; a la luz del mediodía ver, sin esperar que vuelva, la juventud marchitarse, la mañana y la primavera, perder toda la esperanza, perder toda la ilusión, de nuestra frente borrar manchas y el fruncido ceño; enamorarse del arte, de áridos viajes y versos, de los cielos y los mares en que los pasos se pierden; pedir de nuevo la edad en la que uno no duerme; decir que se era infeliz, o bien que se estaba triste, o loco, y que sólo ahora uno respira y existe…
Mónica LÓPEZ BORDÓN
Escritora y Periodista
www.monicalopezbordon.com
@MonicaLBordon
*Artículo publicado en el número 2.343 del semanario Puerta de Madrid. Sábado 10 de octubre de 2015. Alcalá de Henares.
