Resulta que una de esas tardes que voy a la floristería a encargar flores para algún día especial empiezo a hablar con Charo de la vida misma: los niños, el cole, las primeras salidas de los fines de semana, el trabajo, la poesía y…¡los libros!
Entre rosa y rosa y ese aroma tan especial que se respira en Flores Tomás, mi floristería de toda la vida, Charo me pregunta entusiasmada que si he leído el libro «El niño con el pijama de rayas», le digo que no. Que he leído reseñas sobre él y que sé que ha sido un verdadero éxito de edición (en España ya va por la número 12) y el libro de John Boyle está traducido en más de quince lenguas. Cuando hablamos aquella tarde ella estaba terminándose el libro, no me he vuelto a pasar por allí pero tomé su consejo: tienes que leerlo, la verdad es que tendría que leerlo todo el mundo. Tengo que reconocer que cuando salí de allí tenía muchísima curiosidad: ese entusiasmo cuando existe en el lector es por algo, así que le hice caso, fui a la librería y compré un ejemplar. Está editado por la Editorial Salamandra, con un fondo de rayas que acompaña al libro y a la historia con una perfección casi total.
Leo la contraportada para ir poniéndome en antecedentes y lo primero que me encuentro, más bien, lo primero que se encuentra el lector es esta nota del editor: «Aunque el uso habitual de un texto como éste es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura. Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué se trata (…)». Sigue otro párrafo más igual de interesante y como ustedes comprenderán, no voy a ser yo la que desvele el contenido del libro; lo que sí les puedo asegurar es que ha sido una experiencia fantástica y coincido tanto con Charo como con el editor del libro: este libro deberían leerlo no sólo los adultos también los niños a partir de los 13 años.