Este sábado estuve en Valencia visitando la base de El Desafío Español, el barco con el que vamos a competir en la Copa América de vela. La verdad, Iberdrola se ha trabajado y se está trabajando muy bien el proyecto, hay «buena onda», como se suele decir. Y pasa como en la mayoría de las cosas, que vistas en vivo y en directo, es decir, vividas, no tiene nada que ver con verlas por televisión o imaginarlas cuando alguien nos lo cuenta. Con las explicaciones me doy cuenta que la vela tiene un curioso y complejo código de juego, por ejemplo, el que gana puede modificar las reglas. La sutileza del viento, de las velas, el peso, el contacto con el agua, la altura del mástil (que equivale a un edificio de once plantas) son muchos de los detalles que están presentes en la competición.
Este proyecto de El Desafío Español es un proyecto a largo plazo tanto para Iberdrola como para la vela de este país. Es un trabajo de tres o cuatro años para poder prepararse bien y participar en ediciones siguientes. En esta competición, que comienza el 3 de abril y que tiene previsto el final para junio o julio (gana el que haya logrado cinco regatas) participan once barcos y están representados todos los continentes.
Nos adentramos en el mar hasta la zona de entrenamiento diario de los participantes. Una maravilla. De nuevo la inmensidad del mar y todos poniéndose a punto para el gran día.
Me gusta la apuesta. 138 personas trabajando en un proyecto que sienten suyo, y se nota. Que es suyo y por el que trabajan día a día. Para Valencia es una suma más a su apuesta por la modernización y la apertura a lo internacional, a la diferencia con elegancia y tacto de las reformas que están realizando y que supone un crecimiento para la ciudad.
Y como Valencia estaba en Fallas aprovechamos el viaje y pudimos pasear por las calles del centro de la ciudad, de nuevo la sorpresa ante los ‘ninots’ de algunos de sus barrios. Son verdaderas obras de arte. Alegres y gigantes, tienen una dimensión espectacular.