Desde hace unos meses vengo leyendo y estudiando las poesías completas de Manuel Altolaguirre publicadas en la editorial Cátedra y bajo la coordinación de Margarita Smerdou y Milagros Arizmendi. Mucho sabemos ya de la Generación del 27 a la que también perteneció Altolaguirre pero también hay detalles que, a veces, se nos pasan. Me ha gustado leer aquí, por primera vez, que el espíritu de la Generación del 27 se logró gracias a la admiración de todos los poetas por la maestría de Machado y de Juan Ramón Jiménez, su decisión en lugar de romper con los más grandes fue su admiración, lo que les llevó a sumar en lugar de romper. Fue una decisión muy inteligente. Gracias a eso hoy podemos disfrutar de la poesía de unos de los mejores poetas de la historia de la literatura: Pedro Salinas, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre.
Según la presentación de esta edición concluye que “este grupo de poetas constituyeron una generación poética (en palabras de Dámaso Alonso) profundamente arraigada en la entraña nacional y literaria española. Lejos de una ansia de ruptura con la poesía anterior, todos ellos compartieron la admiración por el magisterio de Juan Ramón Jiménez y por las experiencias de Machado”.
Me ha gustado leer la poesía de Manuel Altolaguirre desde ese punto de vista de sumar en la poesía y no de criticar, envidiar o destruir, algo que se puede llevar a cualquier cuestión de la vida cotidiana, la suma siempre es una opción mejor. La serenidad en los versos de Altolaguirre traspasa cada página. Dedica algunos de sus libros a grandes poetas que fueron sus fuentes poéticas: Emilio Prados, Aleixandre o Paul Eluard. Destaco “La lenta libertad” y “Nube temporal”, ambos libros de una belleza infinita.
Mónica LÓPEZ BORDÓN
Escritora y Periodista
www.monicalopezbordon.com
@MonicaLBordon
*Artículo publicado en el número 2.322 del semanario Puerta de Madrid. Alcalá de Henares. Sábado 22 de marzo de 2014.
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