Disfrutar de la última película de Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando es un viaje por la imaginación. Chico y Rita es un homenaje a Bebo Valdés como maestro, a su música y a su Cuba del alma, al cine clásico de los años cuarenta. Claramente se ve que Trueba y Mariscal, como han comentado en la infinidad de entrevistas que han concedido, se han dado un verdadero homenaje, un regalo para sus respectivas carreras creativas y, desde luego, lo han conseguido. Para empezar tenemos que decir que la película la han rodado dos veces, la primera con actores de carne y hueso y sobre ellos el rodaje de la segunda parte: Mariscal pasó cada movimiento, gesto y diálogo por su lapicero y terminó dibujando la película secuencia a secuencia. En este caso la trama que nos seduce es una historia de amor, pasión, desamor, traición…que no deja nada al azar y a veces, es tan real como la vida misma.
Nos encontramos con dos jóvenes cuya carrera prometedora en Cuba parece que no deja lugar a la duda: él un pianista y ella una cantante, ambos intentado abrirse un camino y, cómo no, soñando con triunfar en Nueva York. El destino termina planificando para ellos una vida que no esperan; es una delicia pasear por los dibujos de Mariscal con Rita caminando con garbo y con gracia por las calles de Cuba, el viaje en barco a Nueva York, los cafés, los conciertos, la nieve en la ciudad, la radio y la historia de las dos ciudades caminando a la par. Los ojos de Chico cada vez que se cierran nos llevan al pasado y desde ahí nos cuenta la historia, desde su mirada profunda y sus ojos marrones, unas veces llenos de tristeza y otras veces llenos de vida. Para muchos esta es la película de animación más ambiciosa del cine español y tanto para Trueba como para Mariscal es su primera prueba, para uno en la animación y para el otro en el cine, una combinación perfecta que ha dejado un resultado muy jugoso. La inclusión de Estrella Morente pone el granito español que tanto nos gusta, tan flamenca y racial que no deja al espectador indiferente.
Publicado en el número 2.181 del Semanario Puerta de Madrid. Alcalá de Henares