Recuerdan que la semana pasada hablamos de El Quijote, de los 400 años de su primera publicación y de algunas de sus obras. Cual es la sorpresa cuando llego a la librería y no hay manera de encontrar la obra poética de Cervantes porque está fuera de catálogo, pero tampoco está disponible la poesía de Dulce María Loynaz, precisamente Premio Cervantes. Entonces claro, ¿cuál es el trabajo del librero? ¿cuál es el criterio para editar una obra? ¿qué ocurre en las editoriales? Es decir, ¿qué cultura tenemos?
Ni qué decir tiene si buscamos la obra de El ladrón de Talán, de Paul Revèrdy o pregunten por el argentino Homero Monzi. Imposible encontrarlos, por lo menos mi labor de búsqueda no ha dado muchos frutos, de momento.
Sé que en algún momento nos encontraremos, lograré hacerme con esos libros, quizás dentro de años, o quizás mañana, no me preocupa eso tanto, hoy internet está al alcance de todos pero reconozco que, personalmente, me gustan los libros, acariciarles el lomo, abrirlos al azar, llevarlos de un lugar a otro, viajar con esas páginas aunque sea de la habitación al salón. Mi refugio más preciado, mi tesoro es la biblioteca que voy forjando día a día, por eso tengo que denunciar esa situación, entre otras cosas, porque alguno de los lectores de esta columna así lo ha pedido. Esto hay que denunciarlo y se denuncia. El lector tiene que tener todo a su alcance y ahí está la mediación con el librero y con la editorial, aunque luego depende de muchas más cosas. De una manera o de otra la conclusión a la que llegamos es la misma: se maltrata al lector. Sobre todo a los lectores ávidos de la buena literatura. Claro que si nos paramos a pensar hay que entender que en general el juicio crítico no interesa, la crítica no interesa, pero sin error, sin juicio crítico no hay crecimiento entonces, ¿de qué tipo de cultura estamos hablando?
Siempre entendí que los libros estaban al servicio y al alcance de todo el que sintiera un mínimo de curiosidad para acercarse a ellos, se ve que el camino no es tan fácil. Eso sí, tenemos el acceso inmediato a bestsellers que son una porquería, vacíos pero venden, es decir, más maltrato al lector con falsa literatura.